Con la llegada del verano, los días se alargan, se hacen más actividades al aire libre, aumentan humedad y temperatura y todo ello hace que el gasto hídrico de nuestro cuerpo también aumente. Por ello es más importante que nunca recuperar el líquido perdido a través de agua, otras bebidas y los alimentos.
¿Cuáles son los síntomas de deshidratación?
Una deshidratación física provoca cansancio (una pérdida del 2% del agua corporal supone entre otros síntomas, una merma del 20% de la energía), dolor de cabeza, falta de concentración, calambres, sensación de náuseas, etc.
Pero el primer síntoma de cierta deshidratación es la sensación de sed. Según el Observatorio de Hidratación y Salud (OHS), el 60% de los españoles bebe cuando tiene sed, pero hemos de pensar que y el instinto de beber se pierde con la deshidratación progresiva, a la que con el verano, son más sensibles son niños, personas mayores y mujeres embarazadas.
¿Qué beber con el calor?

Lo recomendable es ingerir a lo largo del día, sin pasar largos periodos sin beber, entre 8 y 10 vasos de agua al día, o un mínimo de 2’5 litros de la misma.
Según el OHS, durante largos periodos en la playa, el 34% de españoles no bebe. Pero esta es una de las situaciones que pueden provocar excesiva pérdida de líquido, como también los aires acondicionados o los viajes en coche o avión. En estas ocasiones, especialmente, es cuando se debe procurar ingerir líquido, aunque no se tenga sed.
El agua es el líquido que más calma la sed, pero para una buena hidratación en verano es importante el consumo de frutas y hortalizas ricas en agua, así como combinar agua con otras fuentes de líquido: infusiones, zumos, refrescos, lácteos y leches vegetales, etc. (ver aquí las siete bebidas más sanas después del agua)., ya que, según el OHS, el sabor estimula el consumo de líquido. En cada caso, sin embargo, hay que evaluar pros y contras.