Los alimentos procesados están presentes en nuestras despensas, neveras y congeladores, y son parte de nuestra alimentación cotidiana. Pero del grado del procesamiento y de su frecuencia de uso depende su incidencia en nuestra salud.
¿Qué son los alimentos procesados?
Los alimentos procesados son aquellos que sufren cambios o pasan por algún grado de tratamiento industrial antes de llegar al punto de venta donde los adquirimos.
Es obvio que dentro de los alimentos procesados existen diversos grados de tratamiento. Así, por ejemplo, hay alimentos mínimamente procesados a los que no se les añade ingredientes de ningún tipo, sino que simplemente están preparados para facilitar su consumo, como los frutos secos sin cáscara, por ejemplo, o las verduras y hortalizas listas para consumir, ya sean brotes para ensalada limpios, verduras cortadas, etc.

A partir de aquí, existen alimentos que se ven sometidos a proceso tecnológico, como serían congelados, cocidos y conservas, por ejemplo. Mayor grado de procesamiento es cuando se incorporan ingredientes, ya sea para potenciar sabor, mejorar su aspecto o fomentar su conservación, etc. a través de edulcorantes, colorantes y conservantes. Las salsas ya preparadas son un claro ejemplo de ello, entre muchos otros productos.
Y en un tercer nivel estarían los productos altamente procesados como galletas, patatas chip, embutidos, cereales de desayuno, pero también esos precocinados que van directos al microondas, como pizzas congeladas, lasañas congeladas, etc. O conservas cocinadas como cebolla ya caramelizada, salsas envasadas, etc. (ver aquí qué son las gamas de alimentos según su grado de procesamiento)
Riesgos de los alimentos procesados
Los alimentos mínimamente procesados lo son para comodidad del cliente, y no ven alterada en esencia su composición nutricional. Pero en muchos casos del resto de alimentos procesados, precisamente se produce una variación de la composición nutricional, con pérdidas de fibra y menor contenido acuoso, lo que muchas veces implica mayor densidad calórica.
También se produce una pérdida de vitaminas y minerales. En este último caso, de hecho, hay alimentos procesados, sobre todo enlatados en conserva o escabechados, que sufren una pérdida de potasio, magnesio y calcio, y en contraposición, tienen sodio añadido. El sodio es un mineral que en exceso puede deteriorar nuestro organismo, y el equilibrio entre el sodio y el potasio en nuestra alimentación es esencial para controlar la presión arterial.
Además, a los alimentos altamente procesados se les añaden grasas y azúcares, aumentado las calorías y bajando a su vez la densidad nutritiva, y están diseñados para comer más ya que producen una sensación placentera.
Abrir una lata de vez en cuando, o tomar una pizza congelada o emplear un sofrito de bote no tiene ningún riesgo para la salud. Pero controlar la ingesta de alimentos o productos procesados es esencial para el buen funcionamiento de nuestro organismo.