Indispensable para una alimentación sana, la fruta siempre es necesaria y saludable en las cantidades adecuadas. Pero su contenido en fructosa la hace más recomendable en ciertos momentos del día. ¿Cuáles y por qué?
La fruta como postre, ¿buena o mala?
Es recomendable comer tres piezas de fruta al día como mínimo, y no sobrepasar las cinco piezas diarias. A la hora de incluirlas en nuestra alimentación, se suelen tomar después de las comidas, como postre. Y no es perjudicial, por mucho que se hayan extendido mitos al respecto.
Pero lo que sí es cierto es que, al tomar la fruta como postre estamos perdiendo la oportunidad que nos brinda comerlas con el estómago vacío, lo cual permite una mejor absorción de los nutrientes que aporta la fruta.
La fruta entre comidas

Por eso, una de las mejores opciones para comer frutas es entre comidas, en el snack de media mañana o como merienda, dentro de las cinco comidas diarias que deberíamos hacer para una alimentación equilibrada.
Hemos de pensar que, además, la fruta es rica en fibra. La fibra favorece la sensación de saciedad. Así que tomar la fruta entre comidas permite que el metabolismo se mantenga activo favoreciendo esa sensación de saciedad, de modo que la llegar a las comidas principales se evita llegar con demasiada hambre. Un hambre que favorecería la ingesta de alimentos más calóricos. Con lo que comer la fruta entre comidas favorece la regulación de nuestro peso.
La fruta y la fructosa
A su vez, uno de los componentes de la fruta es un tipo de glúcidos o carbohidratos simples, sobre todo fructosa, pero también sacarosa o glucosa. Estos nos dan energía rápida, de fácil absorción, sobre todo si estamos activos.
Por lo tanto, justamente para activar el metabolismo y cargar energía al empezar el día, las frutas también son importantes dentro de un desayuno saludable.
Sin embargo, por la noche pasa lo contrario. El metabolismo se relentiza y el exceso de energía se transforma en grasa. Por lo tanto, si comemos fruta en exceso por la noche, podemos estar ingiriendo una cantidad de glúcidos que no acabemos quemando, y que por lo tanto el organismo almacenará.