La alimentación es la base energética de nuestro organismo y muchas enfermedades están asociadas a la misma, sea por falta de ciertos nutrientes o por exceso. De ahí la radical importancia de una dieta equilibrada.
¿Qué es una dieta o alimentación equilibrada?
Muchas
veces se aplica la palabra dieta para definir un régimen o programa
alimentario ya sea de adelgazamiento, o a aquel que deben observar
enfermos, etc. Sin embargo, la dieta se refiere a la forma de
alimentarnos. De hecho, según el diccionario de la Real Academia
Española, dieta es un “conjunto de sustancias que regularmente se
ingieren como alimento”.
Partiendo de esta base, una dieta
equilibrada es aquella formada por los alimentos que aportan la
cantidad
adecuada de todos los nutrientes para que nuestro organismo funcione
perfectamente y,
a la par, contribuyan a la prevención de ciertas enfermedades.
Puesto que la dieta equilibrada incide directamente en nuestro cuerpo, también está condicionada por el mismo y nuestro estilo de vida. Es decir, no existe una dieta equilibrada única para todo el mundo, sino que la dieta debe adaptarse a edad, sexo, complexión física o nivel de actividad física de cada individuo. Aun así, sí que hay ciertas reglas generales para buscar el equilibrio en la dieta.
¿Cómo debe ser una dieta o alimentación equilibrada?
Según diversos organismos, las necesidades nutricionales de cada individuo oscilan entre:
- Un 50 y un 55% de hidratos de carbono
- Un 10 y un 15% de proteínas, sin que estas estén nunca por debajo de los 0,75 g por día y de alto valor biológico.
- Un 30 y un 35% de grasas, de las cuales: saturadas 10%, monoinstauradas 15%, poliinsaturadas 10%
Pero los porcentajes de estos nutrientes deben proceder de alimentos variados. Así los hidratos de carbono deben proceder de cereales variados y, preferiblemente, integrales, para asegurar la ingestión de fibra, además de frutas, legumbres y verduras. Por lo que respecta a proteínas, hay que equilibrar las procedentes de alimentos de origen animal (carnes, pescado, mariscos, huevos, lácteos) y las de origen vegetal (legumbres, frutos secos…). Y en cuanto a las grasas, hay que contemplar tanto el consumo de grasas en sí, como el aceite de oliva, altamente recomendado por su contenido en ácidos grasos monoinsaturados, como las contenidas en los alimentos (por ejemplo, ciertos pescados, ricos en ácidos grasos omega 3 y omega 6). Es por ello que hay que evitar frituras y optar por métodos de cocción que no añadan elementos grasos en gran cantidad a los alimentos, como asar, hervir o cocer al vapor.
La variedad en la dieta, además de asegurarnos la cantidad necesaria de hidratos, proteínas o grasas, también nos asegura la diversidad necesaria de vitaminas y minerales, sobre todo si se prima sobre alimentos frescos y de temporada. Esto implica que en una dieta equilibrada hay que evitar alimentos ultraprocesados, que contienen aditivos innecesarios para nuestro organismo (e incluso perjudiciales en exceso) y asegurar la diversidad de comida real que necesitamos (ver aquí cómo planificar tus comidas para una alimentación sana).
A su vez, en una dieta equilibrada, lo ideal es ajustar las cantidades de los alimentos a las características de cada persona, y distribuirlas entre tres comidas principales y dos tentempiés.