Cuando queremos adelgazar, una de las primeras cosas que nos planteamos es cuántos kilos queremos perder. Pero nos planteamos el ¿por qué? En la respuesta a este por qué reside la clave, no sólo para perder kilos, sino para facilitar el mantenimiento del peso y el refuerzo de nuestra estima. ¿Cómo?
Riesgos de las motivaciones estéticas para adelgazar
Nadie es inmune a la presión social sobre el aspecto que deberíamos tener y cómo ello se asocia a valores de felicidad (ver aquí los mensajes contradictorios de la sociedad). Por ello, cuando queremos adelgazar, a menudo nos planteamos la cantidad de kilos que creemos que nos sobran simplemente por eso, porque consideramos que nos sobran. Y demasiado a menudo, la motivación es meramente estética y en base al canon de belleza imperante en la sociedad occidental.
Esta motivación es suficiente para que nos pongamos a dieta, y a fuerza de voluntad, a pesar de los riesgos que ello implica (ver aquí por qué perder peso a fuerza de voluntad cansa), adelgazamos. E incluso conseguimos adelgazar los kilos que nos habíamos planteado. Y conseguirlo, además, refuerza nuestra autoestima. Perfecto, ¿no?
Pues no, porque cuando la motivación estética para adelgazar predomina, una vez conseguido nuestro objetivo numérico de pérdida de kilos a base de dieta y fuerza de voluntad, suelen pasar dos cosas:
- Que nos relajamos a la hora de comer, y por lo tanto, acabamos recuperando los hábitos alimenticios que nos engordaron antes de la dieta, con lo que acabaremos recuperando el peso perdido e incluso más. Y con cada kilo hacia arriba, nuestra autoestima irá hacia abajo.
- Que aparece cierta sensación de insatisfacción e incluso decepción, porque aún estando en un peso ideal (ver aquí como calcularlo), resulta que nuestra constitución está fuera de ese canon estético de belleza al que aspirábamos, y por lo tanto, ahora resulta que nuestro problema son unos hombros demasiado anchos, unas caderas muy marcadas, etc.
O sea, que sin ser excluyentes entre ellos, estos dos aspectos acaban incidiendo de forma negativa en aquella autoestima que, fugazmente, se vio reforzada. Pero esto se puede evitar si las motivaciones para perder peso van más allá.
¿Qué objetivos saludables nos debemos plantear para adelgazar?
El objetivo cuantitativo de pérdida de determinados kilos es una objetivo concreto, palpable, y es interesante que nos lo marquemos como el inicio de un camino de cambio de hábitos. Pero para que ese cambio se produzca más allá del periodo de dieta y sea permanente en nuestro cuerpo y en nuestra autoestima, es imprescindible ahondar en la motivación que nos lleva a perder esos kilos desde dos perspectivas:
- La motivación estética es prácticamente inevitable, pero no debe ser la razón imperante. Y en todo caso hay que ajustarla a la realidad de nuestra constitución física y nuestro índice de masa corporal (ver aquí). De este modo, la motivación se ajustará a la realidad de nuestro cuerpo, y al perder peso, el refuerzo de nuestra autoestima será más sólido.
- Para que la estética no sea la motivación imperante hay que añadir otras motivaciones. Y lo mejor es estas estén ligadas a a valores permanentes en relación a nuestra salud y a nuestro bienestar global. En la medida en que añadimos estas motivaciones, ya no sólo se trata de perder kilos, sino de sentirse bien con nosotros mismos, de modo que se reduce el riesgo de relajarse una vez se han adelgazado los kilos que queríamos, porque el objetivo de sentirse bien se mantendrá activo, y el proceso de cambio de hábitos seguirá en marcha, con lo cual se facilita el mantenimiento del peso deseado.