Cumpleaños, bodas, festividades remarcadas,… ¿Qué celebración no va ligada a una buena comida? ¿Y cuán habitual es quedar con amigos para ir a comer? ¿O montar una fiesta alrededor de una barbacoa? ¿Inaugurar un negocio con un pica pica? ¿Empezar un congreso con un cóctel de bienvenida e incluso cerrarlo con una cena de cierre? La comida es un acto social casi por definición. Pero ¿por qué? ¿Cuáles son sus ventajas y sus riesgos?
¿Por qué el ser humano es una animal social?
Que el ser humano es un animal social puede resultarnos una afirmación muy manida, pero es esencial para entendernos a nosotros mismos. Como especie, hemos evolucionado precisamente por ello. Y la base primaria que nos lleva a ser animales sociales es la consecución de comida.
El éxito de los primeros seres humanos como animales fue unirse para recolectar y cazar. Y ya en esos inicios, sabemos que el porcentaje más alto de comida procedía de la recolección; la caza era más puntual. Y todo ello se repartía entre el grupo, socializando esa comida. Pero a la vez, probablemente se convertía en acto social extraordinario, en una celebración, el cobrar una pieza de caza mayor, ya que encima no se podía conservar toda esa carne como hoy día hacemos, y se debía consumir más rápido.
Con la agricultura y la ganadería, la consecución de comida sigue siendo fruto del esfuerzo social, del esfuerzo de grupo. Pero también se generan excedentes. Y gracias a estos excedentes, aparecen clases sociales, porque todos los individuos del grupo no tienen por qué estar directamente dedicados a la consecución de dicha comida. Con los excedentes nacen también lo que llamamos grandes civilizaciones. Pero, ¿cuántas de sus deidades no están ligadas de algún modo a elementos o ciclos naturales relacionados con la consecución de comida? Es fácil encontrar dioses de la lluvia, de la agricultura o directamente de algún alimento esencial, como el maíz en las culturas mesoamericanas, por ejemplo. La comida, por tanto, se liga a rituales, como ya lo debía estar también en los grupos de cazadores recolectores. Así, la comida probablemente se liga a actos sociales más allá de la nutrición y es un enclave de actividades comunitarias desde los inicios de la especie.
¿Qué entendemos como comida?
Así que, con estos antecedentes, es fácil entender que, aunque la función de la comida es esencialmente satisfacer el hambre y nutrirse, nunca se ha usado la comida sólo para eso. De hecho, la propia concepción de lo que es comida nos lleva a ello. Porque no comemos nutrientes. Nadie va a un restaurante a comerse un plato de proteínas acompañado de unos buenos hidratos, y una guarnición compuesta de un 80% de agua más potasio, calcio, hierro, vitamina C, etc. Vamos y nos comemos un plato de pollo o pescado con patatas y ensalada, por ejemplo. Es decir, comemos alimentos que han sido transformados en algo que reconocemos como comida, y eso ya hace que el concepto de “qué es comida” sea social. Para los hindúes, la vaca no es comida. Para nosotros no es comida el perro. Y, ¿quién no recuerda la polémica que suscitó en muchos países el hecho de que la FAO señalara a los insectos como proteína del futuro?
El tipo de evento orienta qué comemos
Así que, aquello que concebimos como comida es fruto de un consenso social. Y desde ese punto de vista, la comida va ligada a mundos simbólicos (ver aquí la formación de mundos simbólicos y su influencia en los hábitos alimenticios). Y así, en base a los mundos simbólicos sociales hay comidas que se ligan a un estatus social, a celebraciones, etc.
De hecho, empleamos la comida para expresar amor o cariño, para señalar status social, para iniciar o mantener relaciones personales y negocios, para demostrar la naturaleza y la extensión de nuestras relaciones sociales… Y en función de si la estamos usando en un sentido u otro, comemos unas u otras cosas.
Ventajas de comer acompañados
Por lo tanto, la comida como acto social es prácticamente inmanente al ser humano como especie. E incluso podríamos entender que el acto social nace de la comida. De hecho, por ejemplo, la palabra compañero procede del latín “cum panis”, es decir, “aquel con el que comparto el pan”.
Así que, desde luego, comer acompañado tiene sus ventajas, e incluso es recomendable nutritivamente. Se sabe que las personas que comen solas suelen comer peor, ya que hay mayor dejadez en aquello que se come e incluso en cómo se cocina. Y de ahí ultraprocesados y precocinados en raciones individuales para facilitar la vida, aunque sea con una sobrecarga de grasas y azúcares. En cambio, si se cocina para alguien es más interesante, puesto que se está más pendiente de qué alimentos se ponen sobre la mesa, si le resultaran agradables, etc
Pero es que, además, comer solo implica comer más rápido, porque no hay charlas que nos distraigan entre bocado y bocado. Y cuando esto sucede, cuando se come más rápido, también es más fácil comer más cantidad (ver aquí porqué comer despacio ayuda a adelgazar).
Así pues, a pesar del ritmo acelerado de la sociedad actual, evitar que las comidas se individualicen y mantener las comidas en familia como acto social cotidiano es positivo por lo que comemos, cómo lo comemos y el lazo que genera si se evita la televisión y se conversa.
Los riesgos de la comida como acto social
Por la concepción social que tenemos de comida, en celebraciones suele subir la ingesta calórica. Pero no siempre estamos de celebración, ¿verdad? ¿O sí?
Muchas veces quedamos con amistades para celebrar algo, casi cualquier cosa. O el solo hecho de reunirnos con ellos ya es una celebración. Y uno no se come una menestra o una ensalada, que eso ya se lo puede hacer en casa. O no lo va a agasajar con un gazpachito y unas pechugas a la plancha. Y claro, no se va a regar todo ello con agua: bien tendrá que haber vinito, y un buen postre, que no unas piezas de fruta…
Pero el problema puede venir cuando la comida como acto social se convierte en un eje hegemónico de nuestro tiempo de ocio. Aunque con la comida expresemos amor, aprecio; aunque nos sirva para romper el hielo con alguien a quien no conocemos demasiados; aunque reafirme nuestro espacio social, etc. No es el único instrumento que tenemos para socializar. Compartir actividades culturales o deportivas también son espacios de socialización, y nuestra sociedad está llena de opciones para ello, y nos permite conocer a quienes nos rodean en muchas más dimensiones.